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OTRA VEZ ELECCIONES EUROPEAS (Iparla 9)

http://osoa.net/iparla.htm

OTRA VEZ ELECCIONES EUROPEAS

La Unión Europea (UE) no es un Estado, una federación ni una confederación. Es creación de los Estados, que la preceden y componen en los límites y condiciones que les convienen, carece de poder político propio, no tiene más competencias que las delegadas por ellos, ni más fuerzas armadas que las de ellos. Estados europeos, como los demás, no tienen otro interés ni aceptan más ley que los suyos propios. (Rechazado por referendum el “Tratado de la Constitución europea”, fué sustituído por el mini-tratado de Lisboa. Véase Iparla 4, 2005.)

La UE sólo considera “pueblos” a los dotados de Estados reconocidos, y reduce la “nación” a un simple sinónimo de Estado. (El “reconocimiento constituyente” es una contradicción en los términos. El principio de eficacia o efectividad permite tantas interpretaciones como partes en conflicto.) La “ciudadanía” y sus derechos, se traen a cuenta y a cuento para negar la existencia y los derechos del Hombre y de los Pueblos.

La cuestión de las elecciones forma parte de la cuestión estratégica de la resistencia al imperialismo y el totalitarismo. Las elecciones en general no pueden fundar ni legitimar el Estado, pues el Estado las precede. Sólo por inserción en la relación general de fuerzas y su transformación cobran sentido político e ideológico el voto institucional y sus resultados.

Las declaraciones oficiales y la hipócrita palabrería liberal, democrática y pacifista de la “Europa de la dimensión humana” se reducen así a confusa propaganda para disimular y legitimar ideológicamente el poder de los Estados, en los cuales se ejerce la fuerza dominante y conflictiva del mundo moderno, el nacionalismo, ofensivo o defensivo, opresor u oprimido. Tratan de hacer creer que la UE ofrece una alternativa al totalitarismo y el imperialismo estatal. ”Cuanto más Europa menos Estado”. Pero lo propio de la UE es reforzar el poder estatal, para eso se ha hecho.

La Europa “democrática” admitió la dictadura fascista e imperialista del General Franco, único Estado restante constituido por el Eje, pasando por alto los crímenes imprescriptibles de guerra, contra la paz y contra la humanidad del fascismo y el imperialismo español. Apoyó, encubrió y financió la milagrosa transición intratotalitaria al segundo franquismo y no ha cesado nunca de asistirlo de todas las maneras, incluyendo la condena y persecución de todos sus adversarios políticos.

La UE contradice el derecho internacional formalmente reconocido por las Naciones Unidas y las Convenciones internacionales. Restaurando y adaptando el derecho internacional “Clásico”, confirma teórica y prácticamente el derecho a la agresión y la guerra y el derecho de conquista, niega el derecho de independencia, libertad o autodeterminación de los Pueblos, sin el cual no hay democracia, condena el derecho inherente de legítima defensa, los derechos de personalidad, el derecho al nombre y la identidad individual y colectiva, sin los cuales no hay dignidad ni humanidad. Condicionados por el derecho fundamental de autodeterminación de los pueblos, los derechos humanos en general no pueden escapar a la misma suerte. Los derechos humanos fundamentales no son producto de la democracia, un régimen democrático sólo puede fundarse y constituirse sobre ellos. Donde no existen, no hay democracia.

El imperialismo español y francés, constituído por los monopolios de poder político, violencia, terrorismo y propaganda, es el primer interesado en esta forma de elecciones, que niegan la existencia de los Pueblos conquistados y colonizados. La oleada de propaganda monopolista que fabrica el habitual calentón electoral pretende ocultar la realidad, con la colaboración de sus portavoces indígenas. “Nosotros miramos a Europa. Europa tiene que reconocer al pueblo vasco.” Han mirado ya a tantos sitios durante los últimos sesenta años que uno más no importa mucho. Pero la UE no va a ser más receptiva a la voz y las miradas de Euskadi que los Estados que la componen, cuando ha mostrado siempre y naturalmente un todavía mayor desprecio por los Pueblos oprimidos que el de aquellos.

“Europa” no va a oír voces ni “tiene que” reconocer nada. Para la UE, el Pueblo Vasco no existe y los vascos no tienen derecho a constituir ni a votar nada, pues lo que no existe no tiene derechos. Los vascos que resisten ideológica y políticamente al imperialismo y el totalitarismo son delincuentes y criminales, pero delincuentes y criminales españoles y franceses, pues ni para eso tienen personalidad propia. Los “representantes de Euskadi” que acceden al Parlamento Europeo “para que Euskadi tenga voz propia en Europa” lo hacen como españoles y franceses convictos y confesos, y sólo como tales. Sólo como travestis españoles y franceses tienen acceso a los “derechos civiles y políticos democráticos del espacio europeo de libertad, seguridad y justicia”. Ni siquiera son representantes “regionales” pues la región de referencia no existe en ninguna parte. (En el régimen administrativo francés, queda de antemano excluido todo proyecto de comunidad territorial en cuya identificación figure la palabra basque.)

Una estrategia política no se funda en el reconocimiento de nadie, el reconocimiento se funda sobre una estrategia y unas instituciones efectivas, lo que el Pueblo Vasco, caído en la trampa Pnv-Eta, ha sido incapaz de conservar o restaurar. Europa oye y reconoce a los Pueblos capaces de crear y sostener una política efectiva, y desprecia y condena a los débiles y los incapaces. Contra lo que los monopolios de desinformación e intoxicación hacen creer a una población ideológicamente indefensa y desamparada, la diplomacia oficial de la UE ha confirmado ya explícitamente su intención de reconocer la independencia de los Pueblos todavía hoy anexionados por Francia y España, siempre que ésta sea efectiva, y ello antes de que la cuestión ukrainiana pusiera otra vez en entredicho la pretendida vigencia del status quo internacional, “tendencia” y afán de las cancillerías. Pero ni Europa ni nadie reconocerá nunca a un “pueblo” que no se reconoce a sí mismo.

El electoralismo y el voto “europeístas” de los partidarios de “la vía institucional armada o desarmada” es la continuación y el complemento de la empresa de sumisión y liquidación ideológicas y políticas que han sumido a este País en la indefensión, la división, la nulidad estratégica, la putrefacción política y la alienación material y mental.

Los monopolios de Estado y el institucionalismo aborigen no pueden completamente ocultar la abstención y el boycott de las “elecciones” por una mayoría del Pueblo vasco en las condiciones del régimen de ocupación, violencia, terrorismo y propaganda de masas. La resistencia espontánea y clandestina, activa y pasiva, es recurso natural, espontáneo e inmediato de los pueblos oprimidos frente al imperialismo.

Iparla 14

http://iparla.wordpress.com/iparla-14/

Iparla 14
REALIDAD DEL IMPERIALISMO
(Extractos)

I

El nacionalismo imperialista es la negación de la libertad nacional, la mayor amenaza para la paz y la fuente principal de los conflictos y las guerras que aquejan a la humanidad. Es la especie extrema, más agresiva y opresiva de violencia, de guerra y dominación, de totalitarismo, de terrorismo, de pillaje y explotación, de nacionalismo, de racismo, de opresión política, clasista, sexista, religiosa, lingüística y cultural.
La cuestión nacional puede ser ignorada, negada, falseada, apartada o soslayada durante algún tiempo, pero, al margen de ella, comprensión y explicación de las relaciones internacionales son imposibles. Para asombro e indignación del nacionalismo-imperialismo institucional, subsiste y reaparece siempre, a menos que el genocidio, el exterminio, la destrucción del pueblo que los padecen sean totales.
Todos los movimientos “internacionales, internacionalistas, universalistas” en palabras, se revelan como esencialmente nacionalistas. Liberalismo, democratismo, pacifismo, socialismo, comunismo, catolicismo, clericalismo etc., son todos nacionalistas, sirven ante todo los intereses de los pueblos y los Estados, en “lucha permanente de todos contra todos”. La “comunidad universal o internacional” no existe.
La política es el dominio de la violencia, la determinación de la condición y el comportamiento sociales por medio de la violencia actual y virtual. El derecho es el orden político, la determinación social por medio del monopolio de la violencia. La anarquía y la guerra son las alternativas al orden político. El orden y el desorden políticos, la guerra, el derecho y los derechos, se establecen, mantienen, desarrollan y modifican por la violencia y la oposición estratégica, según la relación general de fuerzas.
La ideología es la determinación social por medio de las ideas. La ideología dominante es la ideología de los poderes dominantes que la producen, al servicio de sus respectivos intereses. A los monopolios de violencia corresponden los monopolios de guerra psicológica, propaganda, lavado de cerebro e intoxicación de masas.

El imperialismo produce la resistencia. Los pueblos no se someten nunca si tienen fuerzas para impedirlo, no aceptan nunca los “derechos” de agresión, conquista y colonización. Sólo caben dos salidas posibles para el conflicto entre “el nacionalismo ofensivo de la nación que oprime y el nacionalismo defensivo de la nación oprimida”: por un lado, la independencia del pueblo ocupado y colonizado, por otro, su completa liquidación.
El imperialismo y la libertad de los pueblos son antagónicos. La independencia nacional es lo contrario de la dominación alienígena. El derecho de independencia, autogobierno, autodeterminación, libertad o libre disposición de los pueblos, es el derecho de todos los pueblos frente al imperialismo, contra toda intromisión política contraria a la libertad nacional. Es un derecho fundamental, de costumbre, inherente, originario, irrenunciable, imprescriptible, primero de los derechos humanos y previa condición de todos los demás, “piedra angular de la democracia”, de vigencia incondicional e inmediata. Ha sido formalmente reconocido, no constituido, por la Carta y las Resoluciones de las Naciones Unidas y por sucesivas Declaraciones y Convenciones de derechos humanos. Su infracción es un crimen internacional.
Todos los pueblos (serios) y todos los Estados del mundo se reservan el derecho de legítima defensa internacional, “por todos los medios a su alcance, lo que comprende la lucha armada”, derecho igualmente reconocido por las Naciones Unidas como inherente y de costumbre.
Pero los Estados-miembros y las propias Organizaciones internacionales incumplen, falsifican y niegan si pueden y les conviene los derechos que formalmente han reconocido. Las grandes potencias y sus agentes no son y no pueden ser legalmente obligados ni encausados, gozan de un estatuto internacional que les asegura impunidad por sus actos. El terrorismo a escala planetaria es la clave del dominio internacional de los grandes Estados, que detentan y se reservan con uñas y dientes – atómicos – el monopolio del arma nuclear.

Contra lo que la inmunda propaganda de los monopolios coloniales hace o trata de hacer creer, el régimen político impuesto por el imperialismo al Pueblo vasco no se funda sobre la libre adhesión, manifestada y desarrollada por elecciones, transiciones, procesos constituyentes y otros procedimientos “democráticos”. Es el resultado de muchos siglos de violencia y terrorismo de Estado, agresión, guerras, conquista, ocupación, terrorismo y asesinatos de masa, pillaje, subyugación, desmembración, separación, anexión, ignominiosa negación y destrucción de la integridad y la independencia del Reino de Nabarra y de las instituciones forales y de costumbre, dictaduras, colonización, exclusión y deportación, crímenes de guerra, contra la paz y contra la humanidad, conculcación teórica y práctica de los derechos de independencia y legítima defensa de todos los pueblos, negación teórica y práctica de su libertad, su dignidad y su identidad propias. El objetivo estratégico no es la dominación y la explotación sobre el Pueblo ocupado y colonizado, sino su liquidación.
Franceses y españoles son naciones imperiales venidas a menos. Sólo pueden ya ejercer como tales contra naciones y Estados indefensos o débiles y desarmados. Pero no han perdido por ello arrogancia, agresividad y rapacidad respecto de los residuos de su imperio. Han demostrado de todas las maneras que son radicalmente incapaces de admitir y reconocer la realidad, la existencia y los derechos de los pueblos que han ocupado, anexionado y colonizado, mientras no hayan agotado hasta el último extremo los recursos de violencia y terrorismo de que disponen, e incluso mucho después. No aceptarán nunca en sus dominios un pueblo, una nación, un actor de política y de derecho otro que ellos mismos. Esperar otra cosa sería tanto como ignorar la base particularmente primitiva, irracional, instintiva, afectiva y pasional del nacionalismo español y francés, encuadrado por una inamovible “clase” política, financiera, clerical y burocrático-castrense que resiste siempre y saca partido a “revoluciones y transiciones”.
El insaciable apetito de dominación sobre pueblos y tierras del nacionalismo español y francés obedece a instintos y pulsiones predadoras consolidados y potenciados por muchos siglos de despotismo interno y externo y desborda consideraciones utilitarias o racionales. La historia resultante, de que tan orgullosos se sienten, es la historia de las mayores empresas y organizaciones criminales de fanáticos, malhechores, ladrones y asesinos de toda la historia de la humanidad.
Mientras el imperialismo y el colonialismo aparecen como beneficiarios y triunfadores, encuentran el apoyo de toda la nación dominante. Españoles y franceses pueden en ocasiones enfrentarse entre ellos por motivos diversos. Pero son todos nacionalistas, y esta decisiva condición determina su comportamiento. Las raras excepciones son individuales.
“Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre”. El despotismo en España y en Francia es históricamente inseparable del nacionalismo imperialista. En sus mal ganados dominios continentales y ultramarinos, con el apoyo de “liberales, socialistas, comunistas y anarquistas” nacionales, se templaron los sables de los ejércitos que ahora gobiernan las metrópolis. En Indochina, Argelia, Marruecos, Cuba, Nabarra, Catalunya, se forjaron sus propias cadenas de despotismo interno. Su incapacidad para aceptar la libertad y el derecho de todos los pueblos, sus incesantes guerras de conquista, depredación y exterminio los han condenado a ellos mismos, aparentemente con gusto, a también incesantes formas despóticas, asiáticas, absolutistas, fascistas y burocrático-militares de autogobierno.
La competición imperialista entre España y Francia por la anexión de Nabarra, se convirtió en solidaridad frente a la resistencia. Españoles y franceses se detestan y se desprecian cordialmente entre ellos, pero el problema vasco les obliga a hipócritas declaraciones y retrosculares homenajes de mutua admiración y amistad eterna. No tienen motivo mayor de preocupación política mientras conserven lo esencial: el monopolio de la violencia y el terror, que les permite resolver cualquier situación a cañonazos, lo que nunca se han privado de hacer. Cuentan ahora sin reservas con la mutua complicidad y con el apoyo de toda la reacción mundial. El Pueblo vasco condiciona indirectamente la política de las Organizaciones internacionales en cualquier lugar de Europa donde se da un conflicto entre los pueblos y los Estados imperiales.
“En estos momentos en que el mundo tiende a unirse”, las grandes potencias europeas pierden los territorios que ocuparon y anexionaron por la violencia y el terror, volviendo así a sus fronteras históricas, mientras los pueblos que sometieron recuperan la libertad, el territorio y la identidad que les arrebataron. Francia y España son la excepción occidental y continental.