Iparla 14

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Iparla 14
REALIDAD DEL IMPERIALISMO
(Extractos)

I

El nacionalismo imperialista es la negación de la libertad nacional, la mayor amenaza para la paz y la fuente principal de los conflictos y las guerras que aquejan a la humanidad. Es la especie extrema, más agresiva y opresiva de violencia, de guerra y dominación, de totalitarismo, de terrorismo, de pillaje y explotación, de nacionalismo, de racismo, de opresión política, clasista, sexista, religiosa, lingüística y cultural.
La cuestión nacional puede ser ignorada, negada, falseada, apartada o soslayada durante algún tiempo, pero, al margen de ella, comprensión y explicación de las relaciones internacionales son imposibles. Para asombro e indignación del nacionalismo-imperialismo institucional, subsiste y reaparece siempre, a menos que el genocidio, el exterminio, la destrucción del pueblo que los padecen sean totales.
Todos los movimientos “internacionales, internacionalistas, universalistas” en palabras, se revelan como esencialmente nacionalistas. Liberalismo, democratismo, pacifismo, socialismo, comunismo, catolicismo, clericalismo etc., son todos nacionalistas, sirven ante todo los intereses de los pueblos y los Estados, en “lucha permanente de todos contra todos”. La “comunidad universal o internacional” no existe.
La política es el dominio de la violencia, la determinación de la condición y el comportamiento sociales por medio de la violencia actual y virtual. El derecho es el orden político, la determinación social por medio del monopolio de la violencia. La anarquía y la guerra son las alternativas al orden político. El orden y el desorden políticos, la guerra, el derecho y los derechos, se establecen, mantienen, desarrollan y modifican por la violencia y la oposición estratégica, según la relación general de fuerzas.
La ideología es la determinación social por medio de las ideas. La ideología dominante es la ideología de los poderes dominantes que la producen, al servicio de sus respectivos intereses. A los monopolios de violencia corresponden los monopolios de guerra psicológica, propaganda, lavado de cerebro e intoxicación de masas.

El imperialismo produce la resistencia. Los pueblos no se someten nunca si tienen fuerzas para impedirlo, no aceptan nunca los “derechos” de agresión, conquista y colonización. Sólo caben dos salidas posibles para el conflicto entre “el nacionalismo ofensivo de la nación que oprime y el nacionalismo defensivo de la nación oprimida”: por un lado, la independencia del pueblo ocupado y colonizado, por otro, su completa liquidación.
El imperialismo y la libertad de los pueblos son antagónicos. La independencia nacional es lo contrario de la dominación alienígena. El derecho de independencia, autogobierno, autodeterminación, libertad o libre disposición de los pueblos, es el derecho de todos los pueblos frente al imperialismo, contra toda intromisión política contraria a la libertad nacional. Es un derecho fundamental, de costumbre, inherente, originario, irrenunciable, imprescriptible, primero de los derechos humanos y previa condición de todos los demás, “piedra angular de la democracia”, de vigencia incondicional e inmediata. Ha sido formalmente reconocido, no constituido, por la Carta y las Resoluciones de las Naciones Unidas y por sucesivas Declaraciones y Convenciones de derechos humanos. Su infracción es un crimen internacional.
Todos los pueblos (serios) y todos los Estados del mundo se reservan el derecho de legítima defensa internacional, “por todos los medios a su alcance, lo que comprende la lucha armada”, derecho igualmente reconocido por las Naciones Unidas como inherente y de costumbre.
Pero los Estados-miembros y las propias Organizaciones internacionales incumplen, falsifican y niegan si pueden y les conviene los derechos que formalmente han reconocido. Las grandes potencias y sus agentes no son y no pueden ser legalmente obligados ni encausados, gozan de un estatuto internacional que les asegura impunidad por sus actos. El terrorismo a escala planetaria es la clave del dominio internacional de los grandes Estados, que detentan y se reservan con uñas y dientes – atómicos – el monopolio del arma nuclear.

Contra lo que la inmunda propaganda de los monopolios coloniales hace o trata de hacer creer, el régimen político impuesto por el imperialismo al Pueblo vasco no se funda sobre la libre adhesión, manifestada y desarrollada por elecciones, transiciones, procesos constituyentes y otros procedimientos “democráticos”. Es el resultado de muchos siglos de violencia y terrorismo de Estado, agresión, guerras, conquista, ocupación, terrorismo y asesinatos de masa, pillaje, subyugación, desmembración, separación, anexión, ignominiosa negación y destrucción de la integridad y la independencia del Reino de Nabarra y de las instituciones forales y de costumbre, dictaduras, colonización, exclusión y deportación, crímenes de guerra, contra la paz y contra la humanidad, conculcación teórica y práctica de los derechos de independencia y legítima defensa de todos los pueblos, negación teórica y práctica de su libertad, su dignidad y su identidad propias. El objetivo estratégico no es la dominación y la explotación sobre el Pueblo ocupado y colonizado, sino su liquidación.
Franceses y españoles son naciones imperiales venidas a menos. Sólo pueden ya ejercer como tales contra naciones y Estados indefensos o débiles y desarmados. Pero no han perdido por ello arrogancia, agresividad y rapacidad respecto de los residuos de su imperio. Han demostrado de todas las maneras que son radicalmente incapaces de admitir y reconocer la realidad, la existencia y los derechos de los pueblos que han ocupado, anexionado y colonizado, mientras no hayan agotado hasta el último extremo los recursos de violencia y terrorismo de que disponen, e incluso mucho después. No aceptarán nunca en sus dominios un pueblo, una nación, un actor de política y de derecho otro que ellos mismos. Esperar otra cosa sería tanto como ignorar la base particularmente primitiva, irracional, instintiva, afectiva y pasional del nacionalismo español y francés, encuadrado por una inamovible “clase” política, financiera, clerical y burocrático-castrense que resiste siempre y saca partido a “revoluciones y transiciones”.
El insaciable apetito de dominación sobre pueblos y tierras del nacionalismo español y francés obedece a instintos y pulsiones predadoras consolidados y potenciados por muchos siglos de despotismo interno y externo y desborda consideraciones utilitarias o racionales. La historia resultante, de que tan orgullosos se sienten, es la historia de las mayores empresas y organizaciones criminales de fanáticos, malhechores, ladrones y asesinos de toda la historia de la humanidad.
Mientras el imperialismo y el colonialismo aparecen como beneficiarios y triunfadores, encuentran el apoyo de toda la nación dominante. Españoles y franceses pueden en ocasiones enfrentarse entre ellos por motivos diversos. Pero son todos nacionalistas, y esta decisiva condición determina su comportamiento. Las raras excepciones son individuales.
“Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre”. El despotismo en España y en Francia es históricamente inseparable del nacionalismo imperialista. En sus mal ganados dominios continentales y ultramarinos, con el apoyo de “liberales, socialistas, comunistas y anarquistas” nacionales, se templaron los sables de los ejércitos que ahora gobiernan las metrópolis. En Indochina, Argelia, Marruecos, Cuba, Nabarra, Catalunya, se forjaron sus propias cadenas de despotismo interno. Su incapacidad para aceptar la libertad y el derecho de todos los pueblos, sus incesantes guerras de conquista, depredación y exterminio los han condenado a ellos mismos, aparentemente con gusto, a también incesantes formas despóticas, asiáticas, absolutistas, fascistas y burocrático-militares de autogobierno.
La competición imperialista entre España y Francia por la anexión de Nabarra, se convirtió en solidaridad frente a la resistencia. Españoles y franceses se detestan y se desprecian cordialmente entre ellos, pero el problema vasco les obliga a hipócritas declaraciones y retrosculares homenajes de mutua admiración y amistad eterna. No tienen motivo mayor de preocupación política mientras conserven lo esencial: el monopolio de la violencia y el terror, que les permite resolver cualquier situación a cañonazos, lo que nunca se han privado de hacer. Cuentan ahora sin reservas con la mutua complicidad y con el apoyo de toda la reacción mundial. El Pueblo vasco condiciona indirectamente la política de las Organizaciones internacionales en cualquier lugar de Europa donde se da un conflicto entre los pueblos y los Estados imperiales.
“En estos momentos en que el mundo tiende a unirse”, las grandes potencias europeas pierden los territorios que ocuparon y anexionaron por la violencia y el terror, volviendo así a sus fronteras históricas, mientras los pueblos que sometieron recuperan la libertad, el territorio y la identidad que les arrebataron. Francia y España son la excepción occidental y continental.

SOBRE CONSTITUCIONES

http://www.naiz.info/eu/iritzia/articulos/sobre-constituciones

BINGEN TORREZABAL
ORREAGAKO KIDEA
SOBRE CONSTITUCIONES

«La historia es un baño de sangre». «El hombre es un lobo para el hombre». «Los poderosos exigen lo que pueden y los débiles conceden lo que deben».

2014/04/30

Las expresiones anteriores sirven para ilustrar que las sociedades humanas siguen resolviendo sus conflictos por la fuerza bruta, por la violencia. En política internacional no cuenta el ser «bueno» o «de corazón sensible» sino el ser fuerte, rico, agresivo y astuto (algo que, por otra parte, rige en casi todos los asuntos de la vida). La lucha se centra en el interior de los estados y entre los estados, sobre todo, en el campo político, económico e ideológico.

Puede parecer extraño que empiece escribiendo de esta manera cuando «discursos idealistas, wishful thinking, cuentos chinos, novelas rosa y poemas románticos ocupan la literatura y los discursos oficiales» en nuestro entorno y cuando hasta el mismo término de «violencia» parece tener connotaciones antisociales. Formamos una colonia dominada por dos estados totalitarios, cuyo objetivo fundamental e invariable es el aniquilamiento del Pueblo Vasco, donde uno de sus intereses primordiales es mantenernos en una situación de «subdesarrollo cultural e ideológico que es efecto y causa del subdesarrollo político». Impedir que el Pueblo Vasco comprenda la misma naturaleza de la política y del imperialismo es tarea principal de la «dominación alienígena y de la colaboración» (todo aquello que aparece con siglas vasconavarras).

Aculturizados, pervertidos e intoxicados por la propaganda imperialista, nos cuesta percibir que lo que caracteriza a los estados modernos es la presencia de dos constituciones: la constitución real o primaria y la constitución formal y secundaria u «hoja de papel».

La constitución real reside en los «factores reales»de poder. Estos son en el caso del Estado español las fuerzas armadas (convertidas en clase política real desde hace siglos), administración, oligarquía financiera, iglesia, etc. Es decir, las instituciones que forman el Estado detentando los monopolios de violencia e intoxicación de masas. Dicho de otra forma, «son esa fuerza activa y eficaz que informa todas las leyes e instituciones jurídicas de la sociedad en cuestión haciendo que no pueden ser, en sustancia, más que tal y como son». Son la verdadera constitución.

La constitución real «precede y fundamenta» a la constitución formal o escrita. Esta da expresión escrita a los factores reales de poder «falsificando y ocultando, cuando es necesario, su origen, naturaleza y estructura históricos y políticos». Trata, en nuestro caso, de encubrir los fundamentos de la situación imperialista y fascista que sufrimos, la violencia y terror que experimentamos. En el siglo XIX, Tocqueville manifestó que a los estados totalitarios, para mejor conseguir sus objetivos, les convenía adoptar la apariencia del estado democrático: parlamentos, elecciones, etc.

A mediados de los setenta los restos de «oposición» a Franco (PsoE, PcE y republicanos), «vaciados de su base original, renovados por miembros del Movimiento, …» estaban totalmente derrotados y aislados por lo que no les quedó más remedio que reconocer al régimen. Se integraron en él a cambio participar en el «botín» del Estado y en «la infiltración, neutralización, recuperación, división y perversión de las fuerzas de resistencia democráticas al nacionalismo imperialista», es decir, se comprometieron a colaborar con el fascismo español en la liquidación de las naciones periféricas, tarea que les ha ido bien.

Así el régimen de Franco «rehabilitado, legitimado, confirmado, reconocido y consolidado» realizaba su transición «intratotalitaria» sin realizar ningún cambio en su constitución real. No se crearon fórmulas nuevas para la participación -y control del Estado por la población sino que el Estado creó, dirigió y financió los partidos políticos para mantenerla sometida, se mantuvo la estructura unitaria del Estado, no se reconoció a los distintos pueblos (el Pueblo Vasco y el Catalán no existen), el Ejército se convertía en guardia pretoriana, … Es decir, se realizaron una serie de reformas de arriba-abajo en vez de abajo-arriba como corresponde a las democracias. Los fascistas de siempre se convirtieron milagrosamente de la noche a la mañana en «demócratas» de toda la vida por lo que indudablemente tienen razón los que denominan a este régimen «segundo franquismo». Parece que para hablar de un cambio de régimen son necesarias, al menos, dos condiciones: que el poder cambie de manos y que se creen nuevas instituciones que obliguen a los hombres a comportarse de diferente manera. Pero no se dieron en el Estado sino que éste se convirtió en modelo universal, «nunca igualado», a copiar por otros estados totalitarios.

Mientras, el País se dejaba caer en una trampa adoptando dos vías infraestratégicas y ‘Complementarias: la vía institucional (Pnv)» y los «atentados (Eta)», para acabar todos, de momento, en la «institucional». «Las instituciones sirven al poder político que las establece, para eso están hechas». Las dos carentes de una ideología y estrategia propias («el pueblo que carece de estrategia propia hace necesariamente la de los demás») han adoptado la ideología dominante, se han pasado abiertamente al imperialismo del que son el más cerril, residual y retardatario comando ideológico. Han llevado al País a una situación mucho peor que la de hace cuarenta años, «los pueblos se conquistan desde fuera, pero se derrumban y hunden desde dentro». A los institucionalistas armados y desarmados les trae sin cuidado todo ello mientras duren las subvenciones, los privilegios, los enchufes, …, y colaborarán activamente con el imperialismo para impedir todo desarrollo teórico y estratégico que ponga en peligro el sistema del que forman parte. Desenmascararlos, anular su influencia constituye uno de los mayores obstáculos a superar en el camino a la democracia, es decir, a la independencia de Nabarra.

El tiempo juega contra nosotros. Crear una clase política capaz de diseñar una estrategia (llevamos quinientos años sin ella, sin política), desarrollar una ideología propia, reunir las fuerzas vivas, restablecer el debate y la crítica internas, crear las instituciones estatales propias para recuperar nuestro Estado debería constituir nuestra más inmediata labor. Porque «al imperialismo y fascismo sólo se les combate con una oposición de nivel estratégico. Si no se puede o no se quiere alcanzarla, entonces no se les combate con nada».