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Iparla: El Pueblo vasco bajo el imperialismo (16)

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Salvo exterminio o expulsión total, el imperialismo no puede reducir a los pueblos sin la colaboración, la complicidad o la traición de parte de ellos. Los pueblos se atacan y se arruinan desde fuera, pero se derrumban y se hunden desde dentro.

El fascismo y el imperialismo no han podido aquí alcanzar sus objetivos sin la participación decisiva, continuada y obstinada de los protagonistas de la vía institucional y la lucha armada. Sin ella, los más terribles y funestos errores habrían podido evitarse, no habría podido el segundo franquismo, que ha durado ya tanto como el primero, establecerse, mantenerse, consolidarse y desarrollarse como lo ha hecho en los últimos cincuenta años.

Subjetiva u objetivamente, son parte necesaria de la empresa que ha fundado el presente régimen político y aportado la “democracia”, es decir la autorreforma y la consolidación del franquismo bajo el protectorado de las potencias hegemónicas, que sustituyeron a las potencias del Eje que lo establecieron. Son la primera línea avanzada fortificada, auxiliar y periférica, del dispositivo imperialista y fascista de represión y propaganda. Mientras el poder real aprecie en el pueblo sometido alguna virtualidad política, no puede “pasar” de ésta mediación.

Por incompetencia, estupidez, corporatismo, burocratismo dedocrático, exhibicionismo, mezquinas y delirantes ambiciones, corrupción, oportunismo, colaboracionismo, complicidad y traición, los institucionalistas armados y desarmados han hecho suyos los supuestos estratégicos y los principios ideológicos del régimen de ocupación, dentro de los cuales no hay cabida ni salvación para la libertad y la democracia.

Estrategia y táctica sólo pueden fundarse en la propia determinación autónoma de los fines, medios y obstáculos en presencia. Implican sentido crítico, iniciativa, invención, innovación y renovación. No pueden consistir en la respuesta puntual y automática a la represión, a sus concesiones, imposiciones, prohibiciones o provocaciones. Si el cornúpeta embiste y se rompe los cuernos allí donde le ponen la barrera, basta al matarife situarla donde le conviene para conocer y determinar de antemano el comportamiento de su víctima. Si basta convocar o prohibir elecciones o cualquier otra cosa para que institucionalistas armados y desarmados concentren sus esfuerzos en el terreno y la dirección que les asignan, no queda oposición táctica ni estratégica que valga. La supuesta oposición hace lo que le mandan creyendo hacer lo que le prohíben. Sin tenacidad y perseverancia no cabe desarrollo estratégico, pero la vana obstinación o la terquedad inútil no pueden considerarse virtud política.

Al contrario de los franquistas oficiales, los institucionalistas periféricos armados y desarmados son incapaces de autorreforma. Sus propias condiciones externas e internas se lo prohíben. Han estado siempre cerrados a toda aportación propia del país que dicen representar, pero abiertos a toda infiltración o penetración ideológico-política de sus “aliados” de la nación dominante. Se unieron siempre con ellos para cerrar el paso, por todos los medios, a toda tentativa ideológica y política de oposición estratégica al institucionalismo fascista español.

No hay en todo esto conflicto entre “abertzale moderados y radicales, de izquierda y de derecha, armados y desarmados”. La única contradicción ideológica y política que se da, la que decide y preside todo lo demás, opone al fascismo y el imperialismo con sus colaboradores y cómplices, a una resistencia estratégica consecuente.

El régimen de ocupación tiene como pilares la violencia, el terrorismo, la propaganda, la corrupción, con la colaboración o la complicidad de sus servidores de la quinta columna indígena. Desde el Pacto de Santoña, por lo menos, tuvo el necesario complemento táctico en organizaciones y representantes aborígenes nombrados, condicionados, potenciados, financiados, dirigidos directa o indirectamente desde el poder establecido. Son la quinta columna y el Servicio auxiliar de información y propaganda, provocación y represión que el despotismo tradicional financiaba y al segundo franquismo le salen gratis. Los diversos Servicios oficiales y oficiosos han mantenido y mantienen en activo puntos de contacto, informadores, portavoces, “interlocutores y negociadores“ en activo,  disponibles o en reserva, que les permitan descubrir, conocer, provocar, intoxicar y corromper los focos actuales y virtuales de resistencia democrática, ganar tiempo y hacerlo perder a los demás, transmitir y avalar insidiosamente su propaganda, contener, controlar, manipular, infiltrar, recuperar, distraer, desviar, debilitar, dividir, demoralizar, culpabilizar, desgastar, quemar, diezmar, arruinar y agotar las fuerzas vivas, los recursos materiales y humanos del pueblo ocupado. Institucionalistas armados y desarmados son una mina inagotable y a flor de tierra para los equipos de información, investigación y provocación del régimen establecido, que penetraron en sus organizaciones ideológicamente indefensas como el cuchillo en la mantequilla. Las elecciones, las manifestaciones y las negociaciones de la víspera preparan la información, la propaganda, la represión, las torturas, las confesiones y las revelaciones del día siguiente, sin píldora que lo remedie. El régimen imperialista de ocupación es también el medio decisivo y permanente para resolver las querellas “internas”.

La represión política e ideológica se articula o se confunde con el reconocimiento, el enaltecimiento y la exaltación. En un conflicto profundamente arraigado y vascularizado, lo que es motivo de abominación para unos lo es de prestigio y adhesión para otros, depende de dónde se posicionen y del punto de vista que adopten. Una relación ambigua, perversa y a doble efecto se instaló y desarrolló así entre el poder real y una oposición previamente oficializada, formateada, recuperada e incorporada en las instituciones monopolistas de violencia, propaganda y guerra psicológica, con un gigantesco, artero, continuado, abrumador y decisivo despliegue de difusión, propaganda e intoxicación mediáticas. La dosificación y la articulación de este doble juego es tarea de los Servicios especiales del régimen de ocupación, que reprimirán y limitarán siempre todo lo que de algún modo proceda del pueblo sometido, pero no dejarán que se pierda cuanto puede servir para evitar algo peor.

Iparla: El Pueblo vasco bajo el imperialismo (15)

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15

Moderados y radicales han hecho tantas y tales concesiones ideológicas y políticas, que sus pretensiones resultan incoherentes e indefendibles. Llevan setenta años repitiendo los mismos infundios, y si queda y encuentran quien se los trague todavía y el poder lo necesita, así continuarán todo el tiempo que puedan.

Moderados y radicales han reconocido como legítimo y democrático el régimen de ocupación y no pueden ni quieren escapar a las lógicas e inevitables consecuencias de su reconocimiento. Incapaces de plantear siquiera el problema real del imperialismo, “resuelven el problema vasco” negándolo o dándolo por resuelto. Si el imperialismo y el fascismo fueran democráticos, pacíficos y no-violentos, capaces de dialogar o respetar los derechos humanos fundamentales, no serían el imperialismo y el fascismo, y no habría problema que resolver. Tratan de hacer creer a los pueblos, y tal vez a sí mismos, que el imperialismo y el fascismo, como el diablo, no existen. Por desgracia, el nacionalismo imperialista existe y su objetivo no es el diálogo etc., sino la liquidación por todos los medios del pueblo subyugado.

Un Estado criminal establecido y conservado por siglos de crímenes de guerra, contra la paz y contra la humanidad, mediante la conquista, la ocupación, la colonización, el pillaje y el Terror, que durante años o durante siglos ha ejercido y sigue ejerciendo el poder político, económico e ideológico, ahora en plena posesión de los monopolios de violencia, represión y propaganda, que practica el terrorismo mediático como el de las bombas incendiarias contra poblaciones civiles sin defensa, que somete a deculturación, aculturación, reeducación, censura, lavado de cerebro, intoxicación y adoctrinamiento obligatorio a generaciones enteras desde la primera infancia, dueño y señor de fronteras políticas y administrativas, de las relaciones y comunicaciones internacionales, de los movimientos demográficos, de las fuerzas productivas y los flujos económicos, no es accesible a la persuasión y el diálogo, no organiza, consiente o padece operaciones institucionales susceptibles de derrocarlo y sustituirlo, no capitula ante los atentados, por mucho que se les llame guerra revolucionaria o lucha armada con la esperanza de cambiar las cosas cambiándolas de nombre, no va a retroceder y a proceder a su autodesarme para una “solución del conflicto por medios exclusivamente democráticos y pacíficos dentro del más absoluto respeto a las instituciones, con un proceso de autodeterminación sin ninguna violencia, por medio de votos y elecciones, persuasión y diálogo, negociación y acuerdo entre todos, atentados, concentraciones y huelgas ‘generales’ de demostración, huelgas de hambre limitadas, reales, simbólicas o testimoniales, agitación estéril, procesos de paz, oportunidades históricas, saltos cualitativos, propuestas de libre asociación y consultas para opinar sobre consultas para decidir sobre no se sabe qué, ‘treguas’ unilaterales permanentes pero no definitivas, entrevistas muy positivas porque hay voluntad política, mediaciones internacionales”, y demás hallazgos de la oposición oficial oportunista, realista, posibilista, maximalista, minimalista o medievalista.

La realidad del régimen de ocupación establecido y conservado por la violencia y el terror, su esencia imperialista y fascista, su incompatibilidad radical con la libertad, la democracia, el derecho de autodeterminación de los pueblos, primero de los derechos humanos y previa condición de todos los demás, son práctica y teóricamente negadas por los agentes, colaboracionistas, cómplices y “opositores” oficiales de un sistema que no se atreven siquiera a calificar de totalitario, fascista e imperialista. Se inventan por ello el régimen político que les permita conservar a la vez sus privilegios y sus perspectivas de “cambio político”, en una extraña democracia que no se instauró ni se conservó ni se conduce democráticamente pero, según ellos, sigue siendo democracia.

Por cualquier lado que se mire, la ideología de los institucionalistas armados y desarmados revierte a la negación, el encubrimiento y el disfraz del imperialismo y el fascismo como realidad política. Para encubrir las inevitables consecuencias, previsibles y previstas, de la incontenible deriva que les ha llevado del oportunismo a la colaboración, la complicidad y la traición, han desarrollado una propaganda que incorpora una ocultación o negación obstinada del papel de la violencia en la política, el Estado y el derecho, una idea trucada de la democracia, una completa falsificación del derecho fundamental e inherente de autodeterminación de los pueblos.

En la resistencia al fascismo y el imperialismo, un pueblo que no se asegura un espacio interno de construcción y participación teórica e ideológica, de crítica, reflexión y comunicación, por mínimo o clandestino que sea, está perdido. La censura, el oscurantismo cultural, el adoctrinamiento interno y externo, el dogmatismo autoritario y sectario, la demagogia, la “discreción” y el secretismo burocráticos, impiden la renovación de la conciencia política, la difusión y el acceso popular al conocimiento socio-político, en un país culturalmente subdesarrollado por siglos de despotismo y ocupación.

La pretendida oposición ideológica, a cargo de figurantes preseleccionados, complacientes, corrompidos o aterrorizados, resulta en el pensamiento único del Estado único, cuya propaganda repercute y conforta. La crítica y los debates ficticios que interpretan se reducen a decir lo que al poder establecido le conviene que digan para dar pie a sus propias ideas, que son las únicas toleradas y difundidas. En régimen de ocupación imperialista y colonial no hay más libre expresión que la ilegal o clandestina.

Los institucionalistas armados y desarmados son conscientes de su incapacidad para afrontar la más elemental crítica política. Han sido siempre por eso adversarios irreconciliables de la libertad de expresión e información, que pondría en evidencia y haría imposible su empresa ideológica y política de sumisión, ilusionismo y embaucamiento de las fuerzas populares, empresa que no pueden proseguir sino hablando solos, al abrigo de los monopolios fascistas de terrorismo mediático, propaganda e intoxicación de masas. Se lamentan de la represión contra la libertad y el derecho de expresión e información, los de ellos, pero han cooperado siempre y participan, en la tarea de negarla a los demás, por todos los medios de difusión, confusión y represión que los monopolios de propaganda del régimen de ocupación ponen a su alcance.

Sólo el poder totalitario y, paradójicamente, los partidarios de “la vía institucional y la lucha armada”, tienen interés en ocultar la realidad del régimen establecido, en particular su dimensión constitutiva de violencia y terrorismo. El primero necesita reforzar y justificar la represión, los segundos buscar credibilidad a su pretendida estrategia de oposición.

Son de tal calibre las majaderías formales que los monopolios de propaganda y guerra psicológicas difunden a todas horas a este respecto, que descubren de por sí la naturaleza del régimen que las utiliza y las fenomenales tragaderas que ha conseguido desarrollar entre las poblaciones a que van dirigidas. Imbuir a una población de tales insanidades materiales y formales, sería misión imposible sin la eficacia casi ilimitada de los monopolios de violencia, terrorismo, propaganda e intoxicación de masas, con el derrumbe consiguiente de la opinión y la memoria, la culpabilización, la endeblez o la degeneración moral del pueblo que los padece.

Aparentemente, la burocracia institucionalista se ha tragado también, deliberadamente, con delicia, entera, cruda y sin pelar, la ideológica patata podrida de la “democracia no-violenta”, y se la ha hecho tragar a buena parte del País. Infundios reaccionarios como “el art. 8 de la Constitución que da su poder al Ejército, el proceso de autodeterminación sin violencia legalizada ni de respuesta, la violencia en los cuarteles, las cárceles y la comisarías, el régimen de excepción” etc., ocultan y niegan hipócrita e insidiosamente la violencia constitutiva del régimen de ocupación.

La incompetencia y la indigencia manifiestas de moderados y radicales en materias políticas e ideológicas, no explican el negacionismo por su parte de la violencia y el terrorismo de Estado, que obedece a una necesidad objetiva y profunda: los institucionalistas armados y desarmados no pueden denunciar la violencia y el terrorismo de Estado. “Revelar” la actualidad y las dimensiones de violencia y terrorismo del régimen establecido sería poner de manifiesto la inanidad de “la vía institucional y la lucha armada” para oponerse a la aplastante superioridad material de los monopolios de violencia y terrorismo de Estado y al orden político establecido y conservado por la guerra, la ocupación y la colonización, reforzado por el apoyo sin reservas de las Naciones unidas, la Unión europea y los Estados miembros. La necesidad de buscar credibilidad a “la vía institucional y la lucha armada” conduce a sus promotores a la negación de la realidad.

Los devastadores efectos de la represión de las ideas y del monopolio de la propaganda fascista e imperialista sobre las masas populares ideológicamente indefensas se ponen de manifiesto en esta cuestión axial del conflicto político. Que todo sea producto de la estupidez, de la mentira deliberada o de la mala fe, el resultado es el mismo.

La única solución democrática al problema de la violencia primera y fundamental y sus consecuencias, directas e indirectas, es la construcción y la institucionalización de una estrategia política coherente y efectiva contra el fascismo y al imperialismo.