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Salvo exterminio o expulsión total, el imperialismo no puede reducir a los pueblos sin la colaboración, la complicidad o la traición de parte de ellos. Los pueblos se atacan y se arruinan desde fuera, pero se derrumban y se hunden desde dentro.
El fascismo y el imperialismo no han podido aquí alcanzar sus objetivos sin la participación decisiva, continuada y obstinada de los protagonistas de la vía institucional y la lucha armada. Sin ella, los más terribles y funestos errores habrían podido evitarse, no habría podido el segundo franquismo, que ha durado ya tanto como el primero, establecerse, mantenerse, consolidarse y desarrollarse como lo ha hecho en los últimos cincuenta años.
Subjetiva u objetivamente, son parte necesaria de la empresa que ha fundado el presente régimen político y aportado la “democracia”, es decir la autorreforma y la consolidación del franquismo bajo el protectorado de las potencias hegemónicas, que sustituyeron a las potencias del Eje que lo establecieron. Son la primera línea avanzada fortificada, auxiliar y periférica, del dispositivo imperialista y fascista de represión y propaganda. Mientras el poder real aprecie en el pueblo sometido alguna virtualidad política, no puede “pasar” de ésta mediación.
Por incompetencia, estupidez, corporatismo, burocratismo dedocrático, exhibicionismo, mezquinas y delirantes ambiciones, corrupción, oportunismo, colaboracionismo, complicidad y traición, los institucionalistas armados y desarmados han hecho suyos los supuestos estratégicos y los principios ideológicos del régimen de ocupación, dentro de los cuales no hay cabida ni salvación para la libertad y la democracia.
Estrategia y táctica sólo pueden fundarse en la propia determinación autónoma de los fines, medios y obstáculos en presencia. Implican sentido crítico, iniciativa, invención, innovación y renovación. No pueden consistir en la respuesta puntual y automática a la represión, a sus concesiones, imposiciones, prohibiciones o provocaciones. Si el cornúpeta embiste y se rompe los cuernos allí donde le ponen la barrera, basta al matarife situarla donde le conviene para conocer y determinar de antemano el comportamiento de su víctima. Si basta convocar o prohibir elecciones o cualquier otra cosa para que institucionalistas armados y desarmados concentren sus esfuerzos en el terreno y la dirección que les asignan, no queda oposición táctica ni estratégica que valga. La supuesta oposición hace lo que le mandan creyendo hacer lo que le prohíben. Sin tenacidad y perseverancia no cabe desarrollo estratégico, pero la vana obstinación o la terquedad inútil no pueden considerarse virtud política.
Al contrario de los franquistas oficiales, los institucionalistas periféricos armados y desarmados son incapaces de autorreforma. Sus propias condiciones externas e internas se lo prohíben. Han estado siempre cerrados a toda aportación propia del país que dicen representar, pero abiertos a toda infiltración o penetración ideológico-política de sus “aliados” de la nación dominante. Se unieron siempre con ellos para cerrar el paso, por todos los medios, a toda tentativa ideológica y política de oposición estratégica al institucionalismo fascista español.
No hay en todo esto conflicto entre “abertzale moderados y radicales, de izquierda y de derecha, armados y desarmados”. La única contradicción ideológica y política que se da, la que decide y preside todo lo demás, opone al fascismo y el imperialismo con sus colaboradores y cómplices, a una resistencia estratégica consecuente.
El régimen de ocupación tiene como pilares la violencia, el terrorismo, la propaganda, la corrupción, con la colaboración o la complicidad de sus servidores de la quinta columna indígena. Desde el Pacto de Santoña, por lo menos, tuvo el necesario complemento táctico en organizaciones y representantes aborígenes nombrados, condicionados, potenciados, financiados, dirigidos directa o indirectamente desde el poder establecido. Son la quinta columna y el Servicio auxiliar de información y propaganda, provocación y represión que el despotismo tradicional financiaba y al segundo franquismo le salen gratis. Los diversos Servicios oficiales y oficiosos han mantenido y mantienen en activo puntos de contacto, informadores, portavoces, “interlocutores y negociadores“ en activo, disponibles o en reserva, que les permitan descubrir, conocer, provocar, intoxicar y corromper los focos actuales y virtuales de resistencia democrática, ganar tiempo y hacerlo perder a los demás, transmitir y avalar insidiosamente su propaganda, contener, controlar, manipular, infiltrar, recuperar, distraer, desviar, debilitar, dividir, demoralizar, culpabilizar, desgastar, quemar, diezmar, arruinar y agotar las fuerzas vivas, los recursos materiales y humanos del pueblo ocupado. Institucionalistas armados y desarmados son una mina inagotable y a flor de tierra para los equipos de información, investigación y provocación del régimen establecido, que penetraron en sus organizaciones ideológicamente indefensas como el cuchillo en la mantequilla. Las elecciones, las manifestaciones y las negociaciones de la víspera preparan la información, la propaganda, la represión, las torturas, las confesiones y las revelaciones del día siguiente, sin píldora que lo remedie. El régimen imperialista de ocupación es también el medio decisivo y permanente para resolver las querellas “internas”.
La represión política e ideológica se articula o se confunde con el reconocimiento, el enaltecimiento y la exaltación. En un conflicto profundamente arraigado y vascularizado, lo que es motivo de abominación para unos lo es de prestigio y adhesión para otros, depende de dónde se posicionen y del punto de vista que adopten. Una relación ambigua, perversa y a doble efecto se instaló y desarrolló así entre el poder real y una oposición previamente oficializada, formateada, recuperada e incorporada en las instituciones monopolistas de violencia, propaganda y guerra psicológica, con un gigantesco, artero, continuado, abrumador y decisivo despliegue de difusión, propaganda e intoxicación mediáticas. La dosificación y la articulación de este doble juego es tarea de los Servicios especiales del régimen de ocupación, que reprimirán y limitarán siempre todo lo que de algún modo proceda del pueblo sometido, pero no dejarán que se pierda cuanto puede servir para evitar algo peor.